sábado, 8 de agosto de 2009

La tercera vez. Por Andrés Páramo

Salí de la casa caminando con prisa, pensando que (y cómo no, si iba tardísimo) el Transmilenio quedaba muy lejos de mi casa, que los constructores eran unos ineptos, que toda la gente (como conspirando contra mí) caminaba muy lento. Todo, todo, todo me parecía malo en ese instante. El entorno cobra un matiz asfixiante cuando se está de afán.
Y de pronto, en esa marcha inquebrantable y decidida, en ese rítmico y cardíaco andar, se me presentó un evento que no podía dejar pasar por alto. Una señora, chaparra, cuyos rasgos no pude definir al instante, sino mucho después, casi al finalizar la cronología que expone este relato, me detuvo muy decididamente y más que preguntarme, con una actitud muy manifestada en lo físico y no tanto en lo verbal me ordenó diciendo:
- Señor, ¿va a firmar para la reelección del presidente Uribe?
El amable lector, que nada se le escapa, podrá casi anticipadamente, (si me conoce o si me ha leído acá) determinar el contenido, el tono y la carga emotiva de mi respuesta. Suspiré entonces sabiendo, teniendo la plena certeza, de que iba a llegar más tarde de lo que me había planteado cuando salí afanado de mi casa, porque ahí mismo, en ese lugar, estaban repartiendo autógrafos los fanáticos de mi Presidente. Contesté entonces:
- Ni de riesgos mi señora.
La hecatombe se me vino encima. No la que le va a dar el tercer período a Uribe, esa no sé cuándo llegará, o si ya llegó, habrá que preguntarle a su excelencia en persona. Esa hecatombe no, sino la que se desata si se dice algo en contra de él. Es cosa de fieras. Y como fieras se voltearon. Y sentenciaron de una vez, sin escarmiento, sin contemplación:
- ¿Cómo que no?, ¿usted no sabe el presidente que tenemos o qué? - Dijeron en un principio, en tono académico, didáctico, como queriéndome enseñar algo. Como si yo fuera un jovencillo que no sabe nada de nada, un mocoso insolente.
- Precisamente porque sé, es que no firmo. – Respondí airado, con sarcasmo, como para quitármelos de encima. Grave error.
- ¿Y por qué no va a votar por él? El presidente está sacando este país adelante – Dijeron, con el tono único de estar esgrimiendo una máxima irrefutable.
- Así sea Dios en persona, no se puede volver a votar por él. Es antidemocrático, y además, es inconstitucional. – Respondí yo. Faltaban pocos minutos para que fuera la hora en la que yo debía llegar al sitio convenido para mi encuentro. Perdida estaba la cita. Pero esta confrontación, apenas la empezaba a batallar.
- ¿Y por qué a ver? – Dijo la recaudadora - ¿No se supone que para eso están las firmas, para modificar la Constitución?, Además, si los colombianos votamos por él una tercera vez, sigue siendo un proceso democrático.
Afilados argumentos. Como dos puñales. Tomé mucho aire para dar la respuesta. Sabía que la estructura de las afirmaciones de mi contraparte eran ciertas hasta un punto, y claro, superficialmente vistas eran la verdad hecha una revelación. Es sencillo y se los pongo así; la democracia representativa: elecciones. La Constitución: un libro de normas básicas, que la gente puede cambiar cuando le venga en gana y si quieren hacer algo inconstitucional, entonces modifican la norma, y ¡magia!, ahora sí se puede. Acá todo es visto de esa forma: el que piensa en las raíces del problema está perdiendo su maceta y sus neuronas en asuntos irrelevantes y poco prácticos. Acá se piensa en lo urgente y no en lo necesario. En el concepto, pero no el significado. Ya estaba listo, con el celular vibrando en mi bolsillo (debía ser la persona que me esperaba), con la serenidad de aquél que conoce su respuesta, vomité lo siguiente:
- Los que hicieron la Constitución en Asamblea, por petición del pueblo, la redactaron por muchos motivos, uno de los más importantes era no permitir la reelección indefinida de una misma persona par el cargo de Presidente de la República. Así no se nos podía subir un Chávez al carro del poder y se vería imposibilitado para hacer de las suyas a diestra y siniestra como pasa en Venezuela. – dije, previendo que me tildaran de chavista, por esta disyuntiva estúpida que existe en el país de juzgar como fanático de Chávez al que critica a Uribe. – Entonces, mis queridos amigos, si firmamos para reformar la Constitución y aprobar la reelección indefinida estamos evitando violar la literalidad de las normas, violaremos tan sólo su espíritu; la razón prima por la que fue redactada. Y claro, como todo aquí, hecho a medias, vamos a dejar el resto de la norma igual a como está ahora, para que poco a poco, el duro de arriba elija todas las Cortes, y siga manejando el Congreso, lo que vuelve todo este cuento algo antidemocrático. Porque la democracia no es sólo elecciones, es todo un andamiaje institucional en el que el poder está repartido y no concentrado, con frenos y contrapesos. Y ahí tienen: dos pájaros de un tiro. – Terminé mi exposición, satisfecho, horondo, sabiendo lo que se me venía encima.
- A mí no me importa eso, a mí lo que me importa es que el país se salve, que haya seguridad, que la guerrilla se acabe, que los paras se acaben, que la economía crezca, que el trabajo aumente, que haya seguridad en las carreteras. El único que puede es Uribe. ¿O me lo va a negar? Y hasta que no esté compuesto yo voto la cuarta, la quinta, y las que sean - El tono iba creciendo, ya no me miraba a los ojos, miraba al horizonte, alegaba haciendo ademanes con un brazo, avivaba la chispa de la turbamulta, tal vez, para que se unieran todos entorno a una sola opinión, en contra de la mía.
- Pero yo no quiero discutir sobre Uribe, ya le dije, sea quien sea, así sea Mockus que es mi favorito, en el poder no puede residir tanto tiempo una persona, es insano, no sólo para el pueblo y la democracia, sino para él mismo. ¿O no cree usted que el poder corrompe? - Le pregunté, como para cambiar los papeles del interrogatorio y hacer esta faena más divertida.
- Sí pero a Uribe no, ¿no se da cuenta cómo el país ha mejorado?, además, él no es el que se quiere perpetuar, somos nosotros los que lo queremos poner a él otra vez.

Tanto va el cántaro al agua….Yo no soy uribista, es más, he criticado mucho su gobierno desde hace tiempo. De lo que no quería hablar en esa discusión era de Uribe, pero ya ven, le pican la lengua a uno. Nada qué hacer.
- El problema, es que a mí no me parece que el país haya mejorado mucho. Hay índices que le ayudan, hay factores que yo mismo le agradezco el haber logrado. Sin embargo para mí ya es suficiente. Además hay demasiadas irregularidades en su gobierno, y eso no lo voy a mencionar, porque tengo la esperanza de que todos lo sepamos ya. Y eso de que él no quiere reelegirse, yo no le creo de a mucho, por algo mandó a sus esbirros a que tumbaran el proyecto de la “silla vacía”, porque se dio cuenta de que echando a los congresistas implicados con la parapolítica iba a sacar a medio Congreso suyo. Y ellos son los únicos que le permiten tener esa “gobernabilidad” que expresaba el Ministro cuando se hundió el proyecto.- Yo también fui subiendo al tono.
- Qué va…el Presidente sabe hacer las cosas. La “silla vacía” perjudica a la seguridad democrática. Además, para hacer una reforma de verdad, convocó a la Comisión de Notables.
- Huuuuy ahí sí como dice mi maestro Fernando Vallejo: cómo cambia el idioma con los tiempos. El idioma sí es lo más corruptible, lo más mutable, lo más variable, lo más fugaz. Ahora se le dice notable a estos compinches que reunió. El gran problema que ha enfrentado el Gobierno en estos últimos seis años, se lo dejó a un puñadito chiquito de gente a la que le llaman notables. Por Dios. ¿Eso es democracia?
Una voz en mi interior me dijo que me frenara, por mil causas, por el endemoniado vibrante en mi bolsillo, por la cita que tal vez era la que generaba esa vibración, y porque el cauce de la discusión se había perdido. Habrá ya en el futuro otros momentos para hablar sobre la inconveniencia de Uribe (píldora: ¿cómo extraditan a los paras alegando falta de seguridad?, ¿no vivimos pues en el régimen de la seguridad democrática?), lo que sí quise y quiero dejar claro es que la reelección indefinida es un problema constitucional y democrático. Y como dije, “ni de riesgos”.
Me fui entonces, diciendo un chiste. La señora era chaparra, peli – negra, de ojos castaños penetrantes, blanca. Llegué tarde a mi compromiso. Llegué.

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